En este escenario vertiginoso, la lectura —la de libros con páginas que se tocan, subrayan y huelen— parece correr con desventaja. Pero, ¿y si en lugar de competir, propusimos una convivencia más equilibrada? Acá van algunos tips prácticos (y sin moralina) para volver a leer —o seguir leyendo— en tiempos digitales.
1. Microlecturas para grandes hábitos
No hace falta empezar con un clásico ruso de 700 páginas. Un cuento corto, un ensayo breve o incluso una novela por capítulos puede ser la entrada perfecta. El truco está en lo accesible: diez minutos al día pueden bastar para que el hábito se instale.
2. El celular, ese aliado insólito
Sí, el mismo dispositivo que dispersa también puede sumar. Hay apps de lectura, bibliotecas digitales gratuitas, newsletters literarias y hasta audiolibros para esos días de cansancio visual. No se trata de renunciar a las pantallas, sino de usarlas a favor del libro.
3. Hacer del libro un objeto visible
Parece obvio, pero no lo es: tener un libro siempre a mano —en la mesa de luz, en la mochila, en el baño si hace falta— multiplica las chances de abrirlo. Lo que no se ve, no se lee.
4. Espacios libres de scroll
No se trata de demonizar las redes, sino de marcar momentos de pausa. Un viaje en colectivo, los últimos minutos del día o ese rato muerto antes de una reunión son grandes oportunidades para reemplazar el scroll sin rumbo por algunas páginas.
5. Clubes de lectura y lectura compartida
Leer no tiene por qué ser una actividad solitaria. Los clubes de lectura (presenciales o virtuales) renuevan el compromiso con el libro y abren el juego a otras miradas. También sirven los intercambios informales con amigxs: “leete esto que te va a volar la cabeza” sigue siendo una gran estrategia.
6. Lectura con libertad (y sin culpa)
Abandonar un libro también es un derecho lector. Si no engancha, se cambia. La lectura no es una penitencia, es un disfrute. La clave está en encontrar qué historia, qué tono o qué autor logra capturar tu atención… como ese contenido que no podés dejar de mirar, pero en papel.
En definitiva: leer hoy es un acto de resistencia, sí, pero también de placer. Porque entre tanta sobrecarga de información, la lectura profunda ofrece algo que escasea: foco, imaginación y tiempo propio. No hace falta desconectarse del mundo. Solo hacerle espacio a uno más grande: el de las palabras que no se deslizan, sino que se quedan.