Una de las conclusiones en los estudios sobre cómo aprende el cerebro es que la emoción y la sorpresa están relacionadas con la activación de una amígdala del sistema límbico y se aviva ante los acontecimientos que considera importantes, consolidándolos como recuerdos más duraderos.
Este tipo de investigaciones sobre el cerebro (de la OCDE, Universidad de Harvard, etc.), unidas al estudio de la conducta y el aprendizaje, conduce a una disciplina relativamente nueva como es la neuroeducación que integra las neurociencias, la psicología y la pedagogía.
En un momento en que la educación se está “repensando” en cuanto a currículo, metodologías, nuevas herramientas en el aula, etc., la neuroeducación puede ayudar a guiar al profesorado para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Por su parte, la tecnología ha permitido nuevos descubrimientos en el campo de las neurociencias gracias a equipos de alta complejidad que muestran imágenes funcionales del cerebro pero, ¿cómo puede influir la tecnología en la neuroeducación?.
Pensemos por un momento por qué a los niños y a los jóvenes les atraen tanto los videojuegos o las aplicaciones en dispositivos móviles. Seguramente porque, entre otras razones, les genera emoción (cuando ganan, pierden, compiten…), o sorpresa (nuevos retos, misterios, roles, etc.). El juego es una forma natural de aprender del cerebro y el niño tiene un papel activo. Los simuladores o la realidad aumentada son una forma interesante de compatibilizar tecnología y neuroeducación. Crear objetos virtuales de aprendizaje interactivos estimula la atención, el alumno es el protagonista de su aprendizaje y se siente atraído por los objetos virtuales en 3D.
Sin embargo, la emoción, la sorpresa o la experimentación no se consiguen únicamente a través de los videojuegos. En el aula o en casa es posible aprender “haciendo”, todo lo que se vive se aprende mejor y es más duradero en nuestra memoria. El niño tiene un papel activo y al vivir las experiencias introduce el componente de la emoción. “No se puede pensar ni memorizar sin tener la connotación de la emoción (Francisco Mora).
Desde hace años, existen diferentes iniciativas para entrenar las habilidades cognitivas en el ámbito sanitario, por ejemplo, para buscar vías de entrenamiento para personas con déficit de atención o alteraciones en la memoria; la tecnología ha permitido que estos avances se puedan aplicar a la educación escolar.
Fuente: hwww.aunclicdelastic.com
Imagen: es.ign.com