Según un estudio del CONICET, develó junto a un equipo internacional cómo fue que comenzaron a volar los murciélagos en la era primitiva, una incógnita que permanecía sin respuesta y que podría abrir la puerta para desarrollos y máquinas mucho más sofisticadas en el campo de la ingeniería aeronáutica.
Esta investigación de CONICET, fue publicada en la prestigiosa revista internacional Communications Biology, demuestra que hoy, los murciélagos son un modelo de estudio perfecto porque son los únicos mamíferos voladores y uno de los tres ejemplos que ofrece la naturaleza de evolución del vuelo propulsado.
“Hay mucho interés desde el campo militar, de la ingeniería y de un sinfín de aplicaciones prácticas más, por entender el vuelo de los animales, para fabricar máquinas que se les parezcan y poder explorar las ventajas prácticas y habilidades con las que cuentan los animales para moverse en el aire”, explicó Norberto Giannini, científico de la institución.
Científicos del CONICET y los antepasados de los murciélagos
Este estudio arrojó que la especie, se puede ver que la transición habría ocurrido en una estructura aún más primitiva de la que estamos observando en el fósil.
En 1859, Charles Darwin ya había postulado teóricamente, en su libro El origen de las especies, que los murciélagos habían pasado de planear a volar en el aire. Hoy se sabe que esto pudo haber sido posible gracias a mutaciones de la mano que la convirtieron en palmeada y alargada y se integró en un planeador preexistente.
“Los murciélagos actuales tienen un vuelo muy sofisticado, porque su aparato alar está muy evolucionado y tienen muchísimos detalles de funcionamiento. Nosotros buscamos el murciélago fósil más antiguo que se descubrió, para ver cómo fue que se inició en el vuelo. Cómo fue que hizo esa primera transición del planeo al vuelo”, agregó Giannini.
En este sentido, el equipo de Giannini logró por primera vez comprobar esa teoría conjugando tres avances científicos: por un lado, tener un modelo computacional lo suficientemente apto para simular el vuelo de los murciélagos primitivos.
Por otro lado, contar con el fósil de murciélagos más antiguo del que se tenga registro: Onychonycteris finneyi. Un animal que vivió hace 52 millones de años, en el Eoceno temprano, de los que se hallaron dos fósiles en 2008 y están conservados en Canadá y Nueva York.
Y por último, en tercer lugar, emular la atmósfera de esa época, con el fin de establecer los mecanismos implicados en la evolución del vuelo propulsado en los mamíferos en el medio que les tocó para evolucionar, que era mucho más densa que la actual.