«No… hoy imposible, tengo que llevar a Josi a la clase de pintura y… mañana, uhmm… no creo, tiene que ir a teatro. Ahh… el viernes… no se, excepto que la haga faltar a ajedrez,… ¿el sábado?… sí, pero por la tarde, porque a la mañana comenzó karate».
Bueno, la historia podría seguir con: taller literario, idiomas, danzas árabes, etc, etc…y la oferta continua, se hace tan amplia como podamos imaginar. A priori podríamos decir que es un tanto cansador para los padres, ¿no? que se la pasan llevando y trayendo a los chicos, respondiendo a horarios, cumpliendo con los materiales, tareas y actividades extra escolares. Y gastando dinero, claro está!
Muchas veces, también la misma institución educativa propone alguna de estas actividades extra programáticas que se suman a las «extra colegio»…y seguimos contando!
Pobres padres… puede pensar alguna persona ajena a estas rutinas tan comunes hoy en día en nuestra sociedad, pero… ¿y los chicos? ¿no estarán ellos un poco sobrecargados también?
Ahora bien, corresponde diferenciar claramente y poner blanco sobre negro en esta cuestión de la estimulación: sin ninguna duda «es fundamental», los chicos tienen una capacidad increíble para aprender, como tantas veces lo decimos: absorben cual esponjas en las edades tempranas de su desarrollo. Son capaces incluso de aprender varios idiomas con una naturalidad que ningún adulto podría.
Las investigaciones en el campo neurológico sobre el desarrollo cerebral son contundentes en este sentido: la experiencia y la estimulación temprana pueden modificar la estructura cerebral de un bebé. Es por ello que la estimulación temprana se convierte en un aliado clave a la hora de compensar dificultades en niños con diferentes problemáticas y esto no podríamos ni siquiera cuestionarlo. Además, la estimulación temprana es adaptable a cualquier bebé logrando desarrollar al máximo sus potencialidades.
Pero volvamos a plantearnos algunas preguntas más… porque de eso se trata, de cuestionarnos seguidamente para comprender mejor y encontrar las respuestas necesarias para este gran desafío que es EDUCAR, siempre considerando la particularidad y originalidad de nuestro hijo/a.
Centrándonos ya en las edades de pre escolarización y primeros grados de escolarización primaria: a mayor estímulo, mejor desarrollo intelectual y mejor desarrollo de habilidades
sociales, pero la ecuación será: ¿a mayor cantidad de estímulos o a mejor calidad de los mismos?
El manual que nos indique cuántas actividades necesita un niño no existe, éstas dependerán de la edad del pequeño, de su desarrollo evolutivo y de la orientación que le han dado los padres a estas propuestas.
Entonces, cabe preguntarse también sobre ¿cuál es el fin último de proponerles estas actividades? y ¿cómo lo relacionamos con nuestras expectativas y exigencia?… no es lo mismo anhelar que sean un Lionel Messi o un Anatoly Karpov cuando los mandamos a fútbol o ajedrez por ejemplo, que sólo esperar que lo disfruten y empiecen a interesarse por diferentes disciplinas, para que luego ellos mismos puedan identificar y elegir cuál o cuáles les gustaría continuar y profundizar.
También podemos indagar sobre nuestros propios recursos y habilidades a la hora de estimular a nuestros hijos… no necesariamente las mejores propuestas están fuera de casa: una mamá que dedica más tiempo de lo habitual para hacer una comida junto a sus hijos, ¿no está estimulando en ellos el gusto y placer por observar, medir, combinar, descubrir, comparar? Un papá que comenzó a desarmar un artefacto y decidió involucrar a su hijo para que vea que está compuesto de diferentes partes, las reconozca, y lo ayude a repararlo, ¿no está incentivando en este pequeño el gusto por explorar, clasificar, analizar y tener iniciativa?
Los ejemplos se multiplican si pensamos en música, arte, jardinería y tantas otras actividades más que se pueden volver a nuestro favor a la hora de compartir nuestro tiempo con los chicos.
Es fundamental que padres y madres brinden a sus hijos un ambiente rico, diverso y motivador. Con esto lograremos en un futuro niños/as más investigadores, seguros, audaces, y capaces de ir en busca de la satisfacción de sus propias necesidades, consiguiendo así aprendizajes significativos , lo cual quiere decir que el aprendizaje tenga un sentido real para el niño/a, que se pueda relacionar de manera sustantiva y no arbitraria con las ideas y experiencias previas que él posee, dejando de lado así el aprendizaje mecánico y vacío, que lleva luego a tantos chicos al fracaso escolar.
Y por último, una sencilla pregunta que me gustaría transmitir o contagiar en todos los papás y mamás para orientarnos en cuál será el límite saludable, ese famoso punto medio tan difícil de encontrar a veces: ¿Disfruta nuestro hijo o hija de estas actividades, las encara con entusiasmo, comparte los aprendizajes en casa, realiza ejercicios o tareas y los comenta con gusto?
Creo que por este camino podremos distinguir lo que realmente suma como estimulación asertiva y adecuada de lo que puede ser sobre estimulación que sólo genere ruido de fondo pudiendo, en algunos casos, hasta entorpecer algunos aprendizajes.
Cabe reflexionar como padres si en lugar de ser «permeables» a tantas actividades extras que nos presenta hoy nuestra sociedad, no sería propicio investigar y seleccionar a conciencia
aquellas que mejor se adecuan a los intereses y gustos de nuestros chicos, en síntesis, las que él o ella realmente disfrute.
Por supuesto, sin dejar de observar atentamente y actuar en consecuencia, según los cambios que se presentan a medida que el desarrollo de las capacidades de nuestros hijos avanza.
Producción Aptus
Por Stella Maris Andretich, Licenciada en Psicopedagogía. Mat. 105
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