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Casi 250 millones de niños y niñas sufrieron interrupciones en su educación en 2024 debido a las crisis climáticas

En Afganistán, Bangladesh, Mozambique, Pakistán y Filipinas, las olas de calor, los ciclones, las inundaciones y las tempestades fueron los fenómenos climáticos que más perturbaron la educación

Al menos 242 millones de estudiantes de 85 países sufrieron en 2024 interrupciones en su educación debido a fenómenos climáticos extremos como olas de calor, ciclones tropicales, tempestades, inundaciones y sequías, una situación que ha acabado por agravar la crisis educativa actual, según un nuevo análisis publicado por UNICEF.

El documento Aprendizaje interrumpido: Panorama general de las perturbaciones en la educación provocadas por el cambio climático en 2024Learning Interrupted: Global Snapshot of Climate-Related School Disruptions in 2024 publicado con motivo del Día Internacional de la Educación, analiza por primera vez los peligros climáticos que provocaron el cierre de escuelas o la interrupción significativa del calendario escolar, con la consiguiente repercusión en los niños y niñas desde la educación preescolar hasta el segundo ciclo de secundaria.

En 2024, las olas de calor fueron el principal riesgo climático que obligó a cerrar las escuelas y que, solo en abril, afectó a más de 118 millones de estudiantes, según los datos. En Bangladesh y Filipinas se produjeron cierres generalizados de escuelas ese mes, y en Camboya, la jornada escolar se acortó dos horas. En mayo, las temperaturas se dispararon hasta alcanzar los 47 °C en algunas zonas de Asia Meridional, lo que elevó el riesgo de insolación en la población infantil.

“Los niños y niñas son más vulnerables a los efectos de las crisis relacionadas con el clima, en particular las olas de calor, las tempestades, las sequías y las inundaciones, que son cada vez más intensas y frecuentes”, dijo la Directora Ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell. “El cuerpo de los niños y niñas es particularmente sensible a estos efectos: se calienta más rápido, transpira de manera menos eficiente y se refrigera más lentamente que el de los adultos. Los niños y niñas no pueden concentrarse en unas aulas que no ofrecen alivio alguno frente al calor sofocante ni tampoco pueden llegar a la escuela si los caminos están inundados. El pasado año, uno de cada siete estudiantes no pudo asistir a la escuela debido a las inclemencias del tiempo, que son, por otro lado, una amenaza para su salud y su seguridad y afectan a su educación a largo plazo”.

En algunos países se registraron el año pasado diversas perturbaciones climáticas. En Afganistán, por ejemplo, además de las olas de calor, el país sufrió en mayo unas graves inundaciones que dañaron o destruyeron más de 110 escuelas e interrumpieron las clases de miles de alumnos y alumnas.

Por otra parte, las perturbaciones meteorológicas más habituales se produjeron en septiembre, que es cuando se inicia el curso escolar en muchas partes del mundo. En ese momento crucial desde el punto de vista académico, al menos 16 países tuvieron que cancelar las clases debido a condiciones meteorológicas extremas como el tifón Yagi, que afectó a 16 millones de niños y niñas en Asia Oriental y el Pacífico.

Según el análisis de UNICEF, Asia Meridional fue la región del mundo más perturbada por las interrupciones en la educación relacionadas con el clima, con 128 millones de alumnos y alumnas afectados, mientras que 50 millones de estudiantes no pudieron asistir a la escuela por esos mismos motivos en Asia Oriental. El Niño siguió teniendo efectos devastadores en África, donde se produjeron frecuentes lluvias torrenciales e inundaciones en África Oriental y graves sequías en varias zonas de África Meridional.

El aumento de las temperaturas, las tempestades, las inundaciones y otros peligros climáticos pueden dañar las infraestructuras y el material escolar, dificultar el acceso a las escuelas, generar inseguridad en los entornos de aprendizaje y afectar a la concentración, la memoria y la salud física y mental de los estudiantes.

En contextos de fragilidad, el cierre prolongado de las escuelas provoca que el alumnado tenga menos probabilidades de volver a las aulas y lo expone también a un mayor riesgo de caer en las redes del trabajo infantil o de contraer matrimonio en la infancia. Como demuestran los datos, esta realidad suele afectar de manera desproporcionada a las niñas, que corren más riesgo de abandonar la escuela y sufrir actos de violencia por motivos de género durante y después de los desastres.

Los sistemas educativos de todo el mundo ya venían excluyendo a millones de niños y niñas. De hecho, la falta de profesores cualificados, el hacinamiento en las aulas y la desigualdad en términos de calidad y acceso a la educación son desde hace tiempo algunos de los factores que impulsan una crisis educativa que hoy en día resulta agravada por los peligros climáticos.

Según el análisis, casi el 74% de los estudiantes afectados el año pasado por las perturbaciones en la escuela vivían en países de ingreso bajo y mediano bajo, si bien es cierto que ninguna región escapa a esta realidad. Así, las lluvias torrenciales y las inundaciones que golpearon a Italia en septiembre de 2024 perturbaron las clases de más de 900.000 alumnos y alumnas, y en España, las inundaciones de octubre hicieron que unos 13.000 niños y niñas sufrieran interrupciones en su aprendizaje.

El informe señala por otra parte que las escuelas y los sistemas educativos están por lo general mal preparados para proteger a los estudiantes contra estas perturbaciones y concluye que, en el ámbito de la educación, la inversión financiera centrada en el clima sigue siendo sorprendentemente baja y hay una escasez de datos a nivel mundial sobre las perturbaciones en la educación.

UNICEF trabaja con gobiernos y aliados para apoyar la adaptación y la construcción de aulas resistentes al clima que protejan a la infancia contra los fenómenos meteorológicos adversos. En Mozambique, por ejemplo, los niños y niñas sufren repetidamente los efectos de los ciclones. De hecho, solo en los dos últimos meses, los ciclones Chido y Dikeledi han afectado a 150.000 estudiantes. En respuesta a todo ello, UNICEF ha brindado apoyo a la construcción de más de 1.150 aulas resistentes al clima en cerca de 230 escuelas del país.

En su informe sobre el Estado Mundial de la Infancia de noviembre, UNICEF alertó sobre la posibilidad de que las crisis climáticas se generalicen aún más entre 2050 y 2059. Se espera, por ejemplo, que la cifra de niños y niñas expuestos a olas de calor extremas sea ocho veces mayor que la actual y que el número de niños y niñas expuestos a inundaciones extremas provocadas por la crecida de los ríos se multiplique por tres en comparación con la década de 2000.

UNICEF hizo un llamamiento a los dirigentes mundiales y al sector privado para que tomen medidas urgentes que protejan a los niños y niñas de los crecientes efectos del cambio climático, entre ellas:

  • Garantizar que los planes climáticos nacionales –como las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional y los Planes Nacionales de Adaptación– refuercen una serie de servicios sociales cruciales para la infancia, como la educación, para conseguir que sean climáticamente más inteligentes y resistentes a los desastres, e incluyan compromisos de reducción de emisiones adecuados para evitar las repercusiones más graves del cambio climático.
  • Invertir en instalaciones educativas resistentes a los desastres y climáticamente inteligentes para que los entornos de aprendizaje sean más seguros.
  • Acelerar la financiación para mejorar la resiliencia del sector educativo al cambio climático, incluida la inversión en soluciones probadas y prometedoras.
  • Integrar explícitamente la educación sobre el cambio climático y los compromisos en beneficio de la infancia en todos los ámbitos.

“La educación es uno de los servicios que sufre en mayor medida las perturbaciones derivadas de los peligros climáticos. Sin embargo, a menudo se pasa por alto en los debates políticos a pesar del importante papel que desempeña en la preparación de los niños y niñas para adaptarse al cambio climático”, dijo Catherine Russell. “El futuro de la infancia debe estar en el centro de toda planificación y acción climática”, añadió.

 

Fuente: Unicef
Foto de Mike Erskine en Unsplash

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