Aptus | Noticias de educación, cultura, arte, formación y capacitación
Ansiedad

Ansiedad en el aula: cuando la falta de concentración no es desinterés

El fenómeno no es nuevo, pero sí se ha intensificado. Y no se trata solamente de una “cuestión generacional”

En un aula de primaria, un niño mira por la ventana sin escuchar al docente. En secundaria, una adolescente evita participar porque “no le da la cabeza”. A simple vista, podrían parecer distraídos o desmotivados, pero detrás de esas conductas, muchas veces, hay algo más profundo: ansiedad, estrés y sobreestimulación.

En los últimos años, docentes y especialistas comenzaron a notar una tendencia preocupante: la dificultad creciente de niñas, niños y adolescentes para sostener la atención, autorregularse emocionalmente y tolerar la frustración. El fenómeno no es nuevo, pero sí se ha intensificado. Y no se trata solamente de una “cuestión generacional”.

Más allá de la etiqueta “distraído”

Tradicionalmente, la falta de atención se asociaba al aburrimiento o la falta de compromiso. Sin embargo, estudios y experiencias escolares muestran que, en muchos casos, hay una carga emocional detrás. Ansiedad, trastornos del sueño, hiperconectividad, dinámicas familiares tensas o incluso exigencias escolares excesivas pueden derivar en una mente agitada que no logra concentrarse, aunque quiera hacerlo.

“Estamos viendo chicos con síntomas de ansiedad desde edades cada vez más tempranas. No es que no quieran aprender, es que no pueden procesar tanta información sin herramientas emocionales”, afirman docentes que buscan nuevas formas de acompañar a sus estudiantes.

¿Qué rol juega la escuela?

En este contexto, la escuela aparece como un espacio clave no solo para enseñar contenidos, sino también para ofrecer contención y estrategias de autorregulación emocional. Si bien no reemplaza a la familia ni a los profesionales de salud mental, sí puede ser un entorno protector.

Cada vez más instituciones están incluyendo actividades simples pero efectivas: momentos de respiración consciente, espacios de escucha activa, pausas activas o incluso “rincones de calma” dentro del aula.

También se empieza a hablar de un “botiquín emocional” escolar: no con pastillas, sino con herramientas. Desde tarjetas con recursos de afrontamiento hasta ejercicios breves para reconocer y nombrar emociones.

El desafío docente

Todo esto ocurre en un sistema educativo que ya está sobrecargado. Por eso, el gran desafío es cómo incorporar estas prácticas sin exigir más a quienes ya están al límite. La clave podría estar en integrar lo emocional como parte del aprendizaje, no como un agregado extra. Por ejemplo, aprovechar los momentos de conflicto como oportunidades para enseñar a resolver problemas desde la empatía.

Un cambio de mirada necesario

Pensar en la salud mental como parte central del proceso educativo no es una moda ni una exageración: es una necesidad urgente. Cambiar la pregunta de “¿por qué no presta atención?” por “¿qué le está pasando?” puede marcar una gran diferencia en la trayectoria escolar de muchos chicos.

Y en un mundo donde se exige rendimiento pero se olvidan las emociones, quizás sea hora de enseñar, además de matemáticas o lengua, a respirar, a frenar y a mirar hacia adentro.