En diversos países, principalmente del continente europeo, han surgido en los equipos técnicos de las instituciones educativas los analistas de gestión. Es que independientemente de la impresión snobista de esta figura, su actuación ha alcanzado grandes logros, principalmente en lo referido a la recolección de la información que permitirá luego llevar a cabo compromisos de acción que se estimen recomendables para una mejora.
Estas actividades configuran los planes de evaluaciones institucionales donde los analistas desarrollan todo su potencial. La evaluación es la respuesta a una necesidad profundamente humana: conocer el sentido de los acontecimientos, las actividades, las situaciones. En educación, es un elemento integrante del quehacer educativo que involucra a todos los elementos que intervienen en ella desde uno u otro ángulo.
La misión de la evaluación es presentar «al sistema» una imagen realista y aceptable de sí mismo, pero con información y necesidad sobre funcionamiento y estructura.
La institución escolar, en tanto se la considere ‘sistema’, debe ajustar su funcionamiento a la información que recibe del medio sobre sus propios procesos en orden a conseguir sus metas específicas. Esta función de retroalimentación es la que realiza la evaluación.
Por tanto, es vital para la a que ajuste sus decisiones de funcionamiento a la información que le proporciona permanentemente la evaluación de sus procesos y sus «productos». Esta tares es, a veces, inquietante y dificultosa porque comporta una alerta y un reajuste constante, una actitud favorable al cambio y a la incorporación permanente de nuevos valores.
La evaluación de la unidad escolar se inscribe en un proceso de diagnóstico de la situación, determinación de los cambios necesarios, actuaciones consecuentes en orden a la consecución de objetivos.
Parece evidente que tendremos que recurrir tanto a instrumentos externos, que desde fuera nos proporcionan una información lo más objetiva posible de la escuela, como a la reflexión y autocrítica realizada por todos los que componen la realidad escolar.
Unos y otros medios nos proporcionarán información sobre las constantes vitales de ‘nuestra organización’.
Frigerio y Poggi definen a la evaluación como un proceso de recolección de información necesaria y análisis que permite construir un saber acerca del establecimiento, diseñar estrategias y tomar decisiones.
La evaluación, no consiste en otra cosa que la reflexión valorativa y sistémica acerca del desarrollo y el resultado de las acciones emprendidas.
Por su naturaleza, constituye un momento insoslayable de la actividad educativa y por ende del funcionamiento institucional. Contribuye decididamente a la mejora de la calidad de la enseñanza, al permitir un conocimiento más riguroso y objetivo de la institución educativa y facilitar así la toma de decisiones sobre bases sólidas.
La evaluación posee un carácter instrumental ya que desde una concepción técnica se constituye en una herramienta de ayuda, que puede poner en relieve qué está ocurriendo, por qué, y aportar datos válidos sobre hechos de los cuales se necesita información.
Se justifica en la medida en que permite tomar decisiones que, obviamente, serán tanto más acertadas cuanto mayor sea la calidad de la información que proporcione la investigación. Los resultados de la evaluación, permiten tomar distintos tipos de decisiones: modificar el fenómeno o bien aceptarlo como es o bien, sustituirlo por otro alternativo.
La primera decisión lleva implícita una idea de perfeccionamiento, y de esta manera hay una mejora de calidad en la institución educativa.
La selección de los objetivos de la evaluación constituyen el punto central de todo el diseño ya que todo el proceso se estructura en función de ellos. Todo evaluador necesariamente debe partir de los objetivos establecidos a nivel institucional y determinar los criterios que puede utilizar en cada caso para valorar el grado de cumplimiento de los mismos, teniendo presente que los lineamientos que se establezcan deben posibilitar, para su comprobación, la utilización de medidas empíricas.
En este marco los analistas de gestión tienen la oportunidad de realizar una acabada reflexión acerca del fenómeno educativo y sus indicadores de calidad, con el objeto de ser generadores de los cambios necesarios para la sustentabilidad y mejoramiento de las instituciones escolares o universitarias, en orden a tornarlas más útiles y funcionales a su entorno.
La demanda hace que un analista deba tener aptitudes para comprender y dar respuestas desde las instituciones educativas a las cambiantes circunstancias del mundo contemporáneo. Asimismo, estar capacitados para aplicar, adaptar y transferir las técnicas y metodologías de gestión al ámbito educativo, para estimular a los equipos docentes que lideren en la formulación de respuestas originales a las necesidades educativas y de desarrollo personal y para observar una conducta ética, con especial atención a las necesidades y expectativas de sus equipos.
Hoy se necesitan agentes que actúen como facilitadores de grupos en el desarrollo de actitudes autogestionarias y con una alta formación y capacitación en problemáticas específicas sobre los proyectos institucionales, el estilo, la cultura institucional y las tareas propias de gestión.
Los analistas operan de dos maneras diferentes según la pertenencia efectiva o relativa a una institución. Pueden ser agentes específicos, es decir estar integrados al equipo técnico de la planta escolar o pertenecer a alguna agencia de asesoramiento. En este último caso la institución terciariza mediante contrato y el analista tiene implicancia durante el período que dura el mismo. Esta modalidad es aplicada mayormente a instituciones dependientes del servicio de educación privada correspondiente.
Algunos especialistas sostienen que esta metodología es ventajosa por la objetividad que representa ya que el analista tiene una visión “a la distancia”, mientras que otros tienen una postura diametralmente opuesta ya que consideran a dicha visión como posibilidad de desconocimiento de la mecánica interna. Sustentan esta última opinión en que el analista puede conocer el organigrama funcional pero debe investigar más el nudo relacional.
También se puede circunscribir el trabajo del analista en función de los indicadores, según el elemento que priorizan:
- La calidad del diseño (características intrínsecas)
- La calidad en el proceso (calidad como un conjunto de procedimientos)
- La calidad centrada en el resultado (satisfacción de los clientes, leáse en un sentido no mercantilista)
Otro matiz en la actividad del analista de gestión es la función asesora. Los resultados de la evaluación deben incluir recomendaciones de acciones específicas que se deberían realizar para la mejora en el espacio de decisión de cada actor, teniendo en cuenta la posibilidad técnica.
Lee este artículo en la edición N°21 de Aptus Propuestas Educativas: www.aptus.com.ar/revista/
Por Lic. Alejandro Pascual y Lic. Jorge Pablo Presenqui -Analistas de Gestión Educativa Imagen: sxc.hu
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