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Alimentación escolar en jornada extendida: qué deberían comer los chicos para aprender mejor

La jornada escolar extendida plantea nuevos desafíos nutricionales. Qué alimentos favorecen la concentración, la energía y el desarrollo infantil, y por qué comer bien en la escuela es clave para el aprendizaje.

La extensión de la jornada escolar cambió la vida cotidiana de miles de familias y escuelas. Más tiempo en la escuela significa más oportunidades de aprendizaje, pero también un desafío central: qué comen los chicos durante tantas horas fuera de casa. La alimentación escolar dejó de ser un complemento para convertirse en un pilar del bienestar y del rendimiento académico.

No se trata solo de “llenar la panza”. La evidencia es clara: una alimentación adecuada impacta directamente en la atención, la memoria, el estado de ánimo y la capacidad de aprender. En contextos de jornada extendida, lo que se ofrece en la escuela puede marcar la diferencia.


Por qué la alimentación escolar importa más que nunca

El cerebro infantil está en pleno desarrollo y consume una enorme cantidad de energía. Cuando los chicos pasan ocho horas o más en la escuela, necesitan alimentos que:

  • sostengan la energía a lo largo del día;

  • eviten picos y caídas bruscas de glucosa;

  • aporten nutrientes esenciales para el desarrollo cognitivo;

  • favorezcan la concentración y el autocontrol.

Saltarse comidas, ofrecer opciones ultraprocesadas o basar el menú en azúcares rápidos afecta el aprendizaje tanto como la falta de materiales didácticos.


Qué debería incluir una alimentación escolar adecuada

Una propuesta nutricional pensada para jornada extendida debe ser variada, equilibrada y culturalmente adecuada. Algunos componentes clave:

Carbohidratos complejos

Arroz, fideos, papas, legumbres, pan y cereales integrales aportan energía sostenida. Son fundamentales para mantener la atención durante la tarde.

Proteínas de buena calidad

Carnes, huevos, legumbres, lácteos y pescado favorecen el crecimiento y el desarrollo neurológico. También ayudan a generar saciedad, evitando el picoteo constante.

Frutas y verduras todos los días

Aportan vitaminas, minerales y fibra. Además, mejoran la digestión y fortalecen el sistema inmune. La variedad de colores es una buena guía práctica.

Grasas saludables

Aceites vegetales, frutos secos y semillas son necesarios para el desarrollo cerebral. No todas las grasas son iguales, y el cerebro lo sabe.

Agua como bebida principal

La deshidratación leve ya impacta en la atención. El agua debe estar siempre disponible y ser la primera opción.


Almuerzo y colaciones: cómo organizar el día

En una jornada extendida, la alimentación suele dividirse en almuerzo y al menos una colación. Ambos momentos importan.

El almuerzo

Debe ser completo y equilibrado. Un plato principal con carbohidratos y proteínas, acompañado de verduras, es una base adecuada. Los postres pueden ser frutas o preparaciones simples, evitando productos ultraprocesados de consumo diario.

Las colaciones

No son “premios” ni relleno. Fruta, yogur, pan con queso, frutos secos o preparaciones caseras simples ayudan a sostener la energía sin generar somnolencia.


Qué conviene limitar (y por qué)

No se trata de prohibir, sino de reducir la frecuencia de ciertos alimentos:

  • bebidas azucaradas;

  • golosinas y productos con alto contenido de azúcar;

  • snacks salados ultraprocesados;

  • comidas con exceso de grasas saturadas.

Estos alimentos generan picos de energía seguidos de caídas abruptas, que se traducen en cansancio, irritabilidad y dificultad para concentrarse.


Alimentación y equidad: el rol social de la escuela

Para muchos chicos, la comida escolar es la más importante del día. Por eso, la alimentación en la escuela también es una política de cuidado y de equidad.

Un menú planificado, seguro y nutritivo:

  • reduce desigualdades;

  • mejora la asistencia;

  • fortalece el vínculo con la escuela;

  • impacta positivamente en las trayectorias educativas.

La alimentación escolar no puede pensarse solo desde la logística: es parte del proyecto pedagógico.


El rol de las familias y la educación alimentaria

La escuela no puede sola. Cuando las familias conocen qué comen los chicos y por qué, se fortalece la coherencia entre hogar y escuela.

Incluir a los chicos en conversaciones sobre alimentos, enseñar a reconocer el hambre y la saciedad, y promover hábitos saludables es tan importante como el menú en sí.


Comer bien también es aprender

En una jornada extendida, la alimentación es una herramienta educativa. No solo nutre el cuerpo, también cuida el cerebro, regula las emociones y mejora las condiciones para aprender.

Invertir en alimentación escolar no es un gasto extra. Es una decisión pedagógica, sanitaria y social. Porque ningún chico puede aprender con hambre, y tampoco con una dieta que no acompaña su desarrollo.