En muchos momentos de nuestra vida, ya sea en el plano personal o profesional, tendremos que echar mano de un texto instructivo. Sin lugar a dudas se presenta como una herramienta esencial en ese intento por orientar al lector paso a paso para que alcance un objetivo concreto de forma eficaz. Pueden ser desde manuales técnicos hasta recetas de cocina, y al margen del tipo de texto, siempre tiene que resultar de utilidad a la persona que recurre a ello.
Para entender mejor en qué consiste el texto instructivo, se puede definir como el escrito que facilita unas instrucciones detalladas y precisas para llevar a cabo una acción o resolver un problema. Su propósito va más allá de lo puramente informativo, ya que parte con el interés de guiar al lector de manera organizada. De ahí que se centre en crear una estructura con un orden lógico de pasos, recurriendo en la mayoría de los casos al empleo de verbos en imperativo, numeraciones y listas que facilitan el seguimiento del proceso.
Los ejemplos de instructivos más comunes
En nuestro día a día resulta muy fácil encontrar un instructivo. Algunos de los ejemplos más frecuentes suelen ser las guías de uso, manuales de productos electrónicos, recetas de cocina, prescripciones médicas e instrucciones de uso de aparatos, además de guías audiovisuales o gráficas. No hay que olvidar que pueden clasificarse en función de su presentación (textuales, gráficos, mixtos, audiovisuales), según su objetivo (generales, normativos) o según el formato concreto, ya sean manuales, guías, normas o recetas.
Para facilitar su comprensión se hace imprescindible que el texto aparezca bien redactado y estructurado. Lo que se persigue con este contenido, además de informar, es ahorrar tiempo, evitar confusiones y prevenir posibles fallos. Sin lugar a dudas, un instructivo correctamente redactado optimiza la experiencia del lector, potencia su autonomía y reduce las posibilidades de cometer errores. De hecho resulta esencial para garantizar la seguridad y evitar accidentes en situaciones de cierto riesgo, como puede ser el empleo de maquinaria o fármacos.
Las principales claves que debes saber para redactar un texto instructivo
La elaboración de un instructivo resulta mucho más fácil de lo que uno puede pensarse, pero eso sí, habrá que seguir una serie de pautas. En primer lugar hay que definir el objetivo a conseguir y el público al que va a dirigirse. De esta forma lo tendremos más sencillo para adaptar el lenguaje, el tono y el nivel de detalle. En el caso de enfocarse en niños, por ejemplo, lo correcto sería añadir ilustraciones o ejemplos básicos que faciliten la comprensión.
A continuación habrá que ordenar la información con cierta lógica. La estructura más habitual consiste en un título claro, una breve introducción que sirva para contextualizar, la lista de materiales o ingredientes, el proceso paso a paso y al final aportar las recomendaciones o advertencias.
Resulta fundamental recurrir a un lenguaje claro, en donde predominen las frases cortas, verbos en imperativo y voz activa. Siempre que se pueda hay que huir de frases ambiguas o tecnicismos que no aporten nada al contenido. Además, en la medida de lo posible, el recurso de elementos visuales como imágenes, esquemas y diagramas amplificará la compresión, sobre todo en procesos complejos. Cundo se trate de manuales más largos, lo aconsejable será añadir un índice, glosario o material de consulta adicional.
Se hace imprescindible revisar con detenimiento el texto para comprobar que cada paso sea el adecuado, se presente en el orden correcto y resulte preciso. Sería interesante poner a prueba su eficacia dándoselo a otra persona para que ofrezca feedback sobre si entiende el proceso o echa en falta algo. Por último, habría que incluir una serie de advertencias cuando sea preciso, sobre situaciones técnicas o potencialmente peligrosas.
Un texto claro y que cumpla su propósito
La redacción de un texto instructivo precisa, por tanto, de una combinación de organización, claridad, formato adecuado y una revisión cuidada. El lector debe ser capaz de seguir cada uno de los pasos con cierta facilidad, sin dudar o perderse.
Estas claves no solo contribuyen a mejorar la calidad del contenido, también permiten que se cumpla el claro objetivo de guiar con eficacia. Algo que agradecerá mucho el lector.