El comienzo de un nuevo ciclo lectivo nos coloca, como sistema universitario en su conjunto, frente a uno de los más grandes desafíos de su historia: revalorizar los rasgos constitutivos de la universidad argentina, luego de una crisis sanitaria mundial que atravesó todos los estratos de nuestra vida social.
Si bien sus principales particularidades se consolidaron en los últimos 100 años de historia, en marzo de 2020, se vio atravesado por nuevos retos que pusieron en valor sus atributos más sustanciales.
Sin tiempo para planificar ni reflexionar, la comunidad universitaria en su conjunto afrontó el deber de seguir sosteniendo el derecho a la educación, volcándose a la educación virtual de emergencia, sin dejar de lado y, aún más, revalorizando las luchas por las conquistas de la autonomía universitaria, la gratuidad, la ampliación de derechos mediante la creación de nuevas universidades y el ingreso irrestricto.
Hoy, nos encontramos convencidos de que este nuevo comienzo debe ser reparador. Que nos debe encontrar en las aulas, en los pasillos y en los parques de las universidades con una presencialidad plena y cuidada.
Esta nueva etapa, nos posiciona frente a las complejidades de la sociedad actual -que tan crudamente expuso la pandemia-, y nos convoca a repensar y redefinir el currículum universitario, centrándonos en las necesidades de las y los estudiantes, sus procesos de aprendizaje y el contexto en el que se desarrollan.
En este sentido, junto al Consejo Interuniversitario Nacional, que nuclea a rectores y rectoras de todas las universidades nacionales del país, firmamos en diciembre un acuerdo que nos interpela a fortalecer políticas públicas que beneficien a toda la comunidad académica e impacten en la sociedad.
Por un lado, debemos trabajar en estrategias que nos permitan reconfigurar las modalidades de enseñanza y de aprendizaje recuperando las experiencias virtuales desarrolladas durante la pandemia, fortaleciendo la capacitación en educación a distancia y dotando a las unidades académicas de una infraestructura adecuada.
Por otro lado, profundizando la relación de la universidad con el mundo del trabajo. En primer lugar, acortando la distancia entre la duración teórica y la duración real de las carreras, que hoy se encuentra disociada con la vida personal de los estudiantes y las trayectorias educativas que estamos proponiendo. En segundo lugar, reconociendo las competencias y certificaciones de títulos intermedios y formación profesional que les permitan aplicar saberes en el campo técnico y profesional.
Estos lineamientos se suman a la necesidad de continuar fortaleciendo la investigación y la extensión, el acompañamiento de los procesos de acreditación de la calidad de las carreras de interés público y la reconsideración de la movilidad académica internacional para avanzar hacia un sistema más inclusivo.
Trabajando mancomunadamente en esta dirección, el sistema universitario será una vez más protagonista del desarrollo económico y del progreso social de la Argentina.
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