A veces, cuando alguien afronta un gran proyecto, puede sufrir el riesgo del vértigo. Podría suceder al enfrentarse a una carrera universitaria, en especial, si es célebre por la dureza de su temática y materias. También podemos sufrir cierta inquietud cuando queremos cambiar hábitos muy interiorizados dentro de nosotros mismos, al comenzar con un nuevo empleo o en decenas de situaciones complejas a las que nos exponemos en la vida, tal como publica Universia.es.
Sea como fuere, si tenés algo por delante a lo que hacer frente y no sabés cómo, recordá que el kaizen se rige por un principio: comenzá a introducir en tus rutinas pequeñas mejoras continuas una tras otra en lugar de afrontar el todo como un gigantesco cambio.
En qué consiste el método kaizen
Este término japonés, en realidad, engloba una filosofía, una forma de pensar. la propia palabra significa mejora o cambio beneficioso, algo así como una mejora continua y constante.
Una vez aplicamos este método japonés, sus principios son siempre los mismos y se resumen en un punto importante, las pequeñas mejoras continuas son más efectivas que hacer un cambio grande que nos pueda superar.
Según los preceptos del kaizen, el poder de una persona se ubica en su capacidad para superar la respuesta natural al miedo. De esta forma se pone fin a un impulso primario tendente a la procrastinación.
A cambio de dar este pequeño paso, al que seguirá otro, y luego otro… de forma indefinida hasta alcanzar una gran meta, se obtendrá como triunfo final un gran cambio que se ha realizado de manera progresiva y continua en el tiempo, logrando un impacto mucho mayor.
Y es que, el gran impacto del método se mide en dos mejoras principales:
– Los cambios pequeños implementados acaban por convertirse en hábitos.
– Los resultados generados acaban por ser permanentes.
Imposible fallar en algo pequeño
La virtud del método radica en un aspecto. Afrontar un gran cambio produce miedo e intimidación, lo que podría llevarnos a fallar de forma definitiva.
Sin embargo, afrontar cambios nimios no produce ese efecto. Es decir, el reto es demasiado pequeño como para fallar. Cada acción de mínimas dimensiones que superamos evita que se produzca el efecto bola de nieve.
Fuente: Universia España
Imagen: ined21.com
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