“Los niños aprenden experimentando, cometiendo errores y reflexionando sobre ellos”, así entiende la educación el uruguayo Gonzalo Frasca, diseñador jefe de DragonBox School, un videojuego educativo creado por la empresa noruega WeWantToKnow, que transformó la forma en que los chicos aprenden matemáticas.
Frasca, quien además trabaja como Catedrático de Juegos de la Universidad ORT Uruguay, sostiene que la pedagogía con la que trabajan es la misma que la del tutorial de videojuegos: “Cuando un niño no sabe cómo pasar un nivel de videojuego, le pregunta a un amigo o busca en YouTube. Cuando un niño no sabe para qué sirve un objeto en un juego, lo toca, lo manipula, ve qué pasa. Es parte del sistema operativo cognitivo que tienen todos los niños. Nadie lee un manual de doscientas páginas para aprender las bases de jugar al fútbol. No veo por qué debería ser diferente con las matemáticas, la historia, la lengua”.
Según el diseñador uruguayo, el videojuego puede cumplir varios roles. “Puede ser un simulador y ponerte en los zapatos de otra gente, para experimentar en primera persona otras vidas y otras decisiones. También puede ser un efectivo instructor, que estructura el aprendizaje por pequeños niveles cada vez más desafiantes. Pero lo que no es nunca es entretenimiento. Usar videojuegos en el aula para entretener es el mayor error, porque el opuesto del aburrimiento no es la diversión sino que es el desafío. Los juegos funcionan en aprendizaje porque no son complacientes, sino porque son desafiantes”.
“Tocar” los números
DragonBox School, que lleva dos años de prueba en Noruega, Finlandia y Francia, y ya lo utilizan cerca de 1300 escolares, consiste en algo más que un conjunto de videojuegos, es un paquete integral para la enseñanza de la matemática, que incluye una plataforma de videojuego para tablets o pizarras inteligentes, libros de matemática con un fuerte desarrollo de la ficción, y manipulativos físicos, unas barras de madera y silicona con la forma de los personajes que acompañan a las otras herramientas.
“Los Nooms” son los personajes creados para que los chicos tengan un contacto concreto con los números y puedan manipularlos. El videojuego les da identidad, nombre, les permite jugar y crear historias con ellos. “Son 10 personajes que representan números, del 1 al 10 y cada uno de ellos tiene una personalidad y un valor diferente. Siguen la tradición de las regletas de madera de Montessori y Cuisenaire. Al tener un color y un tamaño proporcional respectivo al valor de su número, son más fáciles de entender que las cifras arábigas tradicionales, pero además son personajes de ficción, protagonistas de cuentos (viven en un planeta lejano, pelean contra el malvado Osgaard)”, explica el experto en videojuegos.
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En los dos años que lleva funcionando DragonBox School los resultados han sido muy positivos: todos los maestros que usaron el sistema el primer año pidieron para usarlo el año siguiente. “Hay muchos niños que les piden a los maestros más matemáticas porque conectan muy bien con las actividades. El desafío es no dar actividades muy difíciles porque paralizan ni muy fáciles porque aburren”, explicó el diseñador.
Alimentar pasiones
Consultado acerca de los problemas que tiene la educación actual en América Latina, Gonzalo Frasca expresó que si bien podemos aprender de nuestros errores el problema es que “en educación formal, los errores suelen verse décadas después y para entonces uno se desentiende”.
Sin embargo, el diseñador uruguayo aclara que no hay una solución única para mejorar la educación: “no hay una bala mágica, sea lo digital, los videojuegos, los proyectos o las huertas orgánicas. Esperar un Mesías no es la solución. Lo que hay que hacer es ser brutalmente honestos con nosotros mismos y aceptar que no estamos dando lo mejor para nuestros niños, que no los estamos preparando bien y que, a pesar que el discurso siempre es de buenas intenciones, hemos en buena medida transformado a la escuela más en una forma de babysitting que de formación de humanos integrales”.
Según Frasca, los niños experimentan una diferencia gigante entre el mundo fuera y dentro de la escuela. “Es como entrar obligados a una máquina del tiempo donde las cosas no son ni atractivas ni desafiantes. No digo que la educación deba ser complaciente, pero sí debe tener en cuenta que los niños, hasta los escolares pequeños, saben que se puede aprender de formas más interesantes”.
“Los chicos aprenden videojuegos o mundos de ficción súper complejos en poco tiempo y con poco esfuerzo. Ningún niño aprende obligado los nombres de los dinosaurios, de los Pokémon o las complejidades de Harry Potter. Lo aprenden desde la pasión. El rol de la escuela es encontrar las pasiones de los niños, alimentarlas y encausarlas. Pero eso no se puede hacer ofreciendo un menú idéntico a cada uno que ignore su diversidad”, expresó el uruguayo.
Frasca sostiene que el actual rol del docente muestra la valoración social que se le da a la educación. “Los docentes deberían ser los mejores pagos y los mejores formados. Mientras no cambiemos eso, poco cambiará, pues las máquinas no van a reemplazar a los docentes, por más que esa sea una fantasía cada vez más popular”.
Soluciones colectivas
Respecto hacia dónde va la educación del futuro, el diseñador asegura que no se puede trabajar en educación sin ser optimista. “Quiero creer que va hacia un mejor lugar, con más recursos, con más ideas, con más entusiasmo. Creo que hay que tener mucho cuidado con buscar soluciones simples, pues no las hay. Hay que buscar soluciones que involucren a todos los actores, focalizando en los alumnos y los maestros”.
“Lo fundamental es admitir y aceptar que los modelos tradicionales no están funcionando y que, por más que nos dé miedo la incertidumbre de innovar, es mejor eso que la certeza de usar métodos que no sirven. Y cuando digo no sirven, no me refiero solamente al desempeño académico sino también al bienestar emocional. Se puede aprender de manera rigurosa y efectiva y al mismo tiempo disfrutando, sin miedos ni presiones desmedidas”, concluyó el diseñador.
Imagen: DragonBox School
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