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“Necesitamos proyectos educativos como la Vigil en cada barrio”

La doctora en Educación Natalia García, autora del libro “El caso Vigil”, sostiene que hay que generar más espacios de encuentro que surjan de proyectos populares, combinando oficios y saberes con intereses genuinos

En el mes de septiembre, Natalia García, docente e investigadora de la Facultad de Humanidades y Artes y de Derecho de la UNR, presentó su libro «El caso Vigil. Historia sociocultural política y educativa de la Biblioteca Vigil (1933-1981)», producto de su intensa investigación sobre el accionar de civiles y militares para intervenir, en 1977, a una organización popular.

El libro no solo permite visibilizar la metodología, recursos, alcances y profundidad del terrorismo de Estado en la educación, sino que sirve como puntapié para seguir reflexionando acerca de la importancia de la memoria popular en la reconstrucción de la historia: “Quienes transitaron su experiencia, nunca la olvidaron y llevan su huella como una marca en la cual se reconocen. Sin embargo, la olvidó toda una ciudad. Fue la memoria popular quien la hizo visible y otros llegamos atraídos por ese murmullo intentando saber qué decían y sumando otro elemento fundamental: las fuentes históricas que no estaban perdidas, como se afirmaba, sino esperando que alguien las leyera y diera su interpretación”, explica Natalia.

Consultada acerca de qué la motivó a escribir el libro, la investigadora cuenta: “Me motivó su ausencia en los claustros universitarios y la escasa producción sobre su historia dentro y fuera del campo académico. Además de un interés personal, me pareció necesario acortar la enorme distancia que había entre tamaña obra colectiva y el reconocimiento de su legado; pero un reconocimiento que no se salda con palabras laudatorias sino con una investigación rigurosa”.

Con respecto al espacio que se le otorga a este tipo de investigaciones en los ámbitos de educación formal, la especialista explica: “No es acaso que la universidad no dé cabida a la reflexión de estos u otros temas, sino que son historias mayormente reproducidas por la divulgación oral que tienen que volverse bibliografía para ser estudiadas y discutidas. Entonces, la pregunta es ¿bajo cuáles criterios se deciden las investigaciones? ¿Por qué algunas experiencias son objeto de estudio y otras no llegan a las currículas? Creo que la ausencia que señalo va mucho más allá de la Biblioteca Vigil y en realidad responde a una mirada muy centrada en otras geografías y contextos que quizá terminan por desplazar las historias locales. En este sentido, es posible que “la Vigil” como organización no solo popular y barrial sino también como espacio que supo recibir a la intelectualidad, a la vanguardia artística y a otros referentes de diversos campos científicos de los años 60 y 70, tuviera mayor reconocimiento en otros países que en Argentina y en nuestra ciudad”.

El libro no es solo una revisión histórica si no un llamado de atención hacia lo que no puede volver a pasar: “La Historia es un llamado de atención que se puede atender o subestimar. La historia nos enseña que nuestros sueños y peores pesadillas alguna vez fueron realidad. De todas formas, no creo que debamos pedirle a ningún pasado que se vuelva ese imperativo que llamamos ´nunca más´. ´Nunca más´ es un horizonte que no debe descansar; el mero hecho de señalar las injusticias y masacres del pasado reciente, no nos garantiza un futuro librado de ello”, sostiene García.

La Vigil fue una organización arrasada, quemada, subastada, expropiada, robada y desmembrada por la dictadura, donde civiles y militares hicieron de ella un botín económico sin precedentes que requirió la desaparición forzada de sus dirigentes: “Esos actos liquidatorios se continuaron en la desidia de la democracia. El caso requiere una reparación integral desde la justicia que a la fecha está en pleno proceso en el marco de los delitos de lesa humanidad, pero prevenir el saqueo de ésta y todas las culturas posibles está en nuestras prácticas, en las pequeñas y cotidianas: en los hogares, en las aulas, en la calle, en los tribunales de justicia, y a veces, en los libros”, postula la investigadora.

La Vigil no fue solo una biblioteca, sino un espacio socioeducativo, un lugar de encuentro: “Desde su inicio desde las década del ’50 hasta la intervención del 25 de Febrero de 1977, la Vigil fue un jardín de infantes, un instituto secundario, una escuela primaria, un servicio bibliotecario, una editorial, un museo de ciencias naturales, un observatorio astronómico, una universidad popular, un centro recreativo, cultural y deportivo, una caja de ayuda mutua, una guardería, un centro materno infantil y talleres de producción. Todo ello, provisto de una calidad técnico-pedagógica inéditas, pero que nacieron como humildes proyectos populares que proponían vecinos del barrio Tablada”, cuenta García y afirma: “Eso es lo que debería reproducirse desde el Estado y desde la propia sociedad civil: lugares para la inventiva, la recreación, los oficios y los saberes eruditos combinados desde intereses genuinos. Necesitamos una Vigil por cuadra en cada barrio, espacios de encuentro que nos devuelvan la confianza en los otros y desplacen los linchamientos sean simbólicos o materiales”.

Actualmente, la investigadora está en procesos de elaboración de un nuevo libro que se llamará “La educación secreta y clandestina Santa Fe (1966-1983)”: “Cuando hacía esta investigación y revisaba los documentos elaborados por los Servicios de inteligencia durante la década del ‘70 ubicados en el Archivo Provincial de la Memoria en la ciudad de Santa Fe, con enorme sorpresa supe de la existencia de unas cajas que los empleados del lugar llamaban ´las botoneadas´. Es decir, pedidos de ´investigación´ elevados por personas comunes al ministerio de educación provincial, ´denunciando´ a otros ciudadanos ´sospechados´ de prácticas ´subversivas´. Allí pude encontrar entonces un material inédito para trabajar un tema que siempre me interesó: las prácticas de colaboración civil durante la última dictadura en el campo educativo; prácticas que directa o indirectamente colaboraron con la cesantía e incluso desaparición de estudiantes, docentes y directivos”.

Sobre Natalia García

La doctora Natalia García es profesora en ciencias de la educación graduada en la Universidad Nacional de Rosario y doctora en educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Docente investigadora en la cátedra Historia Socio Política del Sistema Educativo Argentino de la Escuela de Ciencias de la Educación.

Imagen: hear.unr.edu.ar

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