Carina Cabo es sinónimo de educación. Fiel defensora de la escuela como la institución socializadora por excelencia, aporta ideas sobre el sentido que tiene hoy llevar a los chicos a las aulas para que aprendan.
Profesora en Ciencias de la Educación, Filosofía, Psicología y Pedagogía, autora del libro “La escuela, ¿para qué?”, reflexiona acerca de cómo debe ser la enseñanza hoy: abierta, creativa, innovadora y motivadora.
¿A qué se refiere la pregunta que da por nombre al libro?
El libro se llama “La escuela, ¿para qué?”. En un principio surgió de la pregunta para qué sirve la escuela, pero yo quería buscarle un nuevo sentido a la escuela, no la utilidad inmediata, próxima. Muchas veces los alumnos preguntan para qué sirve esto o aquello. No me refería eso. Lo que se busca es pensar qué otro sentido tiene la escuela hoy, una escuela que fue pensada para el siglo XIX, para formar ciudadanos con características que una sociedad determinada necesitaba. Entonces hoy la escuela tiene otras necesidades, tiene otros sujetos y otro contexto. Y en cada uno de los capítulos voy respondiendo el para qué de la escuela: para formar habilidades, desarrollar creatividad.
¿Qué lugar ocupa la familia en la educación?
El rol de la familia es fundamental. Primero porque el niño nace en el marco de la familia, está durante años solo con la familia y es la que da la primera socialización, la que lo introduce al mundo de la cultura y la que acompaña al niño a lo largo de toda su vida hasta que se vuelve autónomo. Creo que la familia tiene mucha responsabilidad, aunque muchas veces la familia delega en la escuela la educación y decimos “la culpa es de la escuela porque no aprende”. La responsabilidad familiar es fundamental sobre todo por los valores, las costumbres que el niño debe adquirir.
¿Qué características tiene el docente hoy y qué atributos tiene que tener para ser un buen educador?
El rol de “madre” que cumplía la maestra fue propio de los años 50. La maestra todo lo sabía, era como una mamá, era la visión que se tenía de la maestra, se la formaba para tal función. Eso cambió y mucho más a partir del siglo XXI con la sociedad globalizada, hace que la maestra esté cuatro horas con el niño y tiene que enseñarle muchas cosas. Por eso la figura de la familia es sumamente importante, para que acompañe y comprenda lo que sucede en la escuela para que el aprendizaje sea complementario.
El docente tiene que tener ganas de seguir aprendiendo, estar abierto a nuevos aprendizajes. Hoy tenemos muchos sujetos diferentes en el aula. El docente tiene que conocer mucho de su disciplina y conocer a los distintos tipos de infancias y adolescencias que hay en la escuela. Estar abierto a los nuevos retos como son las tecnologías, educación sexual.
¿Cómo ves la escuela hoy con respecto a la integración con las nuevas tecnologías?
Un docente tiene que tener formación digital porque un niño ya con 5 años maneja los dispositivos móviles. Así como se le tuvo miedo a la calculadora, ahora hay que incorporar las nuevas tecnologías. La computadora, los celulares tienen que estar en el aula porque los chicos disfrutan más del aprendizaje desde esos dispositivos. La forma de pensar es diferente, el niño convive con las pantallas, tiene una atención zapping. Por eso el docente tiene que tener la apertura mental para poder trabajar con las redes sociales. Hay que motivar a los alumnos trabajando desde espacios como Facebook, darles herramientas como Google Drive para que trabajen desde ahí. Es decir, distintos trabajos colaborativos con los alumnos que me parece mucho mejor que obligarlos a que, durante 40 minutos, se callen y escuchen.
¿Los chicos leen menos o más que antes?
Leen de otra forma. Leen pantallas, leen imágenes. Nosotros somos responsables de enseñarles a leer imágenes. Hay mucha bibliografía para leer acerca de esto, podemos encontrar material en Canal Encuentro, Educ.ar; diferentes recursos que podemos usar para trabajar con los chicos. Que ellos trabajen en el aula de la misma manera que lo hacen en su casa.
¿Qué pensás acerca del término bullying, tan escuchado actualmente? ¿Es un fenómeno nuevo o algo que ahora se le dio un nombre pero ya existía?
Creo que ahora se le dio un nombre y que los que estamos en la escuela sabemos de qué se trata. No es un juego de chicos, sabemos que es peligroso. Y, a su vez, apareció un nuevo actor, además de la víctima y el victimario: el observador. El que filma la escena y lo sube a la red y lo hace masivo. Eso es muy grave porque se naturaliza. Los docentes tienen que trabajar esas problemáticas en el curso para buscar soluciones. Más que bajar un discurso, como se hacía antes, hay que trabajar con datos reales, pensar con los chicos las consecuencias que trae este tipo de trato, trabajar con empatía y solidaridad, que se pongan en el lugar del otro.
¿Cómo ves la escuela hoy? ¿Cómo la proyectarías a futuro?
Yo estoy a favor de la escuela y creo que sigue siendo la institución que socializa, que nos permite vivir en sociedad. No se puede hablar de la escuela sino las escuelas, algunas funcionan mejor que otras. De la puerta del aula hacia adentro estamos solos y es nuestro deber como docentes buscar nuevas estrategias, otras maneras de enseñar y de aprender.
Pensar cómo puedo cambiar yo mi espacio de enseñanza y a partir de ahí trabajarlo con el director. Si esperamos que alguien venga y salve la escuela, el cambio no va a venir nunca. Aún tenemos una escuela un poco sacralizada, donde los alumnos miran hacia adelante, los bancos se pueden mover pero siguen tan rígidos como los del Normal de la década del 40. Por eso creo que hay cosas que podemos hacer nosotros como docentes para transformar el espacio educativo.
Imagen: Archivo de imágenes
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