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María Victoria Peralta: El desafío de construir una auténtica pedagogía latinoamericana para la educación inicial

María Victoria Peralta es actualmente Directora Académica del Magister en Educación Infantil y del Instituto Internacional de Educación Infantil de la Universidad Central de Chile y miembro del Comité Chileno de la OMEP.

Por Vanesa D´Alessandre - SITEAL-SIPI www.siteal.iipe-oei.org

 

María Victoria Peralta es docente e investigadora. Ha ocupado importantes cargos en Chile como Directora de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (1990-1998); Coordinadora del Componente Reforma Curricular de la Educación Parvularia (1998-2001) y coordinadora Nacional de Educación Parvularia (2002-2006).

Actualmente es Directora Académica del Magister en Educación Infantil y del Instituto Internacional de Educación Infantil de la Universidad Central de Chile y miembro del Comité Chileno de la OMEP.

Según su opinión, ¿Qué razones explican el lugar destacado que actualmente ocupa la educación de la primera infancia en la agenda educativa regional?

Al repasar la historia de nuestra región, no quedan dudas de que la educación inicial está ocupando un lugar inédito. En la actualidad, casi no hay país que no incluya en su programa de gobierno una política específica de educación inicial y eso es materia de los últimos años.

Existe una multiplicidad de factores que han contribuido a otorgar relevancia a la educación de la primera infancia. La Convención Internacional de los Derechos del Niño, las investigaciones provenientes de las neurociencias y de la psicología, los aportes que han hecho los economistas al concluir sus investigaciones con afirmaciones tales como “si se invierte un dólar en la educación de la primera infancia, luego se ahorrarán siete”. Todos estos han sido elementos muy importantes para el mundo de tomadores de decisión.

De todos modos, el lugar destacado que en términos enunciativos ocupa la primera infancia en la agenda educativa regional, no siempre se ve acompañado del financiamiento o de los instrumentos adecuados para poder implementar las políticas que este grupo requiere con vistas a recibir una atención de calidad.

Aunque han transcurrido varios siglos desde que en 1640 Juan Amos Comenio planteó por primera vez que el niño tenía derecho a la educación desde que nace, se requirió tiempo e investigaciones para comprender y legitimar la influencia que ejerce un ambiente enriquecido -en términos de nutrición, cuidado, afecto, estimulación- en la formación de la red de conexiones sinápticas.

¿Cuáles son los puntos más destacados del debate actual en torno a la educación inicial?

El encuentro que más ha contribuido a pensar colectivamente cómo debe ser la educación inicial fue el congreso mundial que organizó la UNESCO en Moscú. Tuve la posibilidad de ir como vicepresidenta de la Organización Mundial de Educación Preescolar (OMEP) para América Latina y escuchar a referentes del ámbito político, académico y de la educación, debatiendo en torno a la educación inicial, compartiendo experiencias e investigaciones.

Recuerdo que un grupo grande de economistas y políticos hablaban permanentemente sobre calidad. Entonces, los educadores latinoamericanos hicimos nuestro aporte al proponer un abordaje de la cuestión de la calidad educativa que excediera los análisis derivados de los resultados en las pruebas internacionales. La calidad no puede ser tratada de manera superficial, hay que tener en cuenta múltiples dimensiones como la cantidad de niños por docente, la infraestructura, los recursos didácticos.

En el caso del nivel inicial, es fundamental volver a ubicar el juego en el centro del aprendizaje. Al estudiar la historia de la educación infantil, se observa que cuando se instaló la educación inicial en América Latina, hace aproximadamente 150 años, la pedagogía se importaba de Europa, donde por entonces ya llevaba cien años de desarrollo.

Si bien se ha dicho mucho sobre la educación para la primera infancia, todavía el niño es visto como un ser “menor”, más reactivo que proactivo. Tal vez por eso la cuestión del juego aún no ha tomado un status apropiado.

Los jardines de infantes se están convirtiendo en espacios que preparan para una etapa posterior, pero los niños no están jugando, no están descubriendo, no están imaginando, no se están asombrando. Los niños tienen que jugar porque esa es su forma de vida y así aprenden.

Esto fue escuchado por los representantes de cerca de ochenta países, de los cinco continentes y constituyó el impulso para la elaboración de la Declaración mundial del derecho del niño a aprender jugando. En todos los encuentros que se han organizado últimamente a nivel regional, se percibe la preocupación en torno a la primarización del nivel inicial y a una inadecuada forma de introducir al niño pequeño en las disciplinas.

Hace más de cien años Froebel compartía con los niños las figuras geométricas euclidianas, María Montessori iniciaba a los niños a la lectura y la escritura mediante juegos, Decroly les presentaba el mundo de la ciencia y los invitaba a hacer experimentos. En los últimos tiempos, aquellas propuestas pedagógicas para la educación inicial basadas en una visión más holística del niño se han debilitado ante la entrada de la disciplina tradicional y del contenido por sí mismo desplazando la posibilidad de construcción del niño.

En la gran mayoría de los países de América Latina los niños están siendo sobre exigidos, se los está limitando en sus formas de aprender mediante el descubrimiento, el asombro, a través de todos los sentidos.La sobre escolarización del nivel inicial está amedrentando las ganas de los niños de aprender y asomarse al mundo. Se ha metido al niño pequeño dentro de una camisa de fuerza.

¿Cuáles han sido las principales transformaciones en las propuestas pedagógicas orientadas a los niños
pequeños durante las últimas décadas?

Durante la primera mitad del siglo XX las propuestas pedagógicas llegaban desde Europa y muchas, como las de Froebel, Montessori y Decroly, eran de una riqueza muy grande. Con el tiempo América Latina empezó a darse cuenta que era necesario “nacionalizar la educación inicial”, generar propuestas que reflejaran las realidades de los países de nuestra región. Este proceso no resultó sencillo y se cayó en una gran pobreza pedagógica. Aún así, se desarrollaron algunas experiencias interesantes para trabajar con nuestras realidades, pero ha habido poca sistematización, poca valoración de lo que hacemos, poco compartir, por lo que estas propuestas quedaron un poco en el aire. Hasta el día de hoy seguimos importando de afuera y no entendemos que somos nosotros, los latinoamericanos, los que tenemos que hacer los currículos para nuestros niños partiendo de nosotros mismos.

Nuestra América ha estado siempre mirando para otros lados, le ha costado construir educación partiendo no solamente de la cultura que tenemos y de lo que somos, sino también de lo que queremos ser. Si seguimos importando lo de otros, sin pensar en la educación que queremos para nuestros niños, seguiremos en una eterna dependencia.

Partiendo de que todos los niños deberían tener la posibilidad de acceder al nivel inicial, ¿Por qué es un problema que un niño menor de 5 años no vaya a la escuela, aún cuando esta situación responda a la decisión de la familia de hacerse cargo de la educación de sus niños pequeños?

Depende, en primer lugar, de las condiciones de vida de la familia. Pero además, ni la familia con todos los recursos del mundo lo sabe todo frente a un tema tan complejo como es la formación humana. La educación inicial nunca ha querido sustituir a la educación de la familia. Es cierto que la familia puede hacer muchas cosas, pero un niño cerca de los dos años necesita socialización y necesita de otros elementos que puede brindarle una buena educación inicial. Si va a ser una educación inicial pobre da lo mismo que se quede en
cualquier lugar. Hay experiencias que muestran que a veces a un niño pobre en una experiencia curricular pobre, le va peor que si se hubiera quedado en el patio de su casa persiguiendo a la gallina, porque se estaba moviendo por lo menos. Toda familia necesita algún apoyo, como todo educador necesita el apoyo de la familia.

Este debería ser un trabajo de complementariedad, de colaboración mutua. Es importante brindarle al niño un ambiente enriquecido, hablarle, darle oportunidades, favorecer su curiosidad desde bebé. El amor que reciba en el hogar es insustituible, no habrá educadora que pueda sustituir ese amor.

¿Qué problemas acarrea para el desarrollo del nivel de educación inicial el desfasaje entre la tendencia a homogeneizar ciertos criterios normativos y la persistente variedad de modelos institucionales?

A mí me gusta la heterogeneidad, en la medida en que se compartan ciertos criterios de calidad.

Percibo una tendencia a homogeneizar la educación inicial, pero en lo inadecuado: sobre escolarización, mapas de desarrollo, estándares de aprendizaje, la idea de que todos los niños tienen que aprender lo mismo en el mismo momento ¿Dónde quedaron los principios básicos de la educación inicial, la idea de que cada niño es un ser singular, que tiene sus propios ritmos, sus propios intereses, sus características y que requiere de un ámbito que favorezca su desarrollo? Me preocupa la homogeneidad academicista que muchos
Ministerios de educación están promoviendo en América Latina.

La sobre escolarización del nivel inicial es un tema que se viene tratando, mundial y regionalmente, en los congresos de la OMEP. Hay una tendencia homogeneizadora que afecta al nivel inicial al promover que los niños salgan con aprendizajes muy disciplinarios y no en función de una mirada holística.

Sería maravilloso que la tendencia a homogeneizar criterios se centrara en la designación de recursos cuantiosos, en la oferta de una buena capacitación, con buenos criterios de libertad, que apoyen al maestro para que no se quede solo. Ojala eso se generalizara, pero esa no es la tendencia.

Por el contrario, se aplican sistemas evaluativos europeos para medir calidad, en condiciones tan diferentes. Se pretende evaluar la calidad con modelos de Alemania, Finlandia, Singapur, perdiendo de vista las diferencias en términos de lo que lo que gana allá un educador, las horas que trabaja, la cantidad de niños que tiene a cargo. No se puede aplicar instrumentos de evaluación elaborados en otros contextos, con realidades tan distintas a las nuestras.

Para concluir quisiera compartir una reflexión: ¿Por qué no podemos instalar una educación inicial de mejor calidad? Creo que el problema fundamental es que los tomadores de decisión todavía tienen una visión limitada de lo que es un niño a esta edad. A pesar de que los neurocientistas les han mostrado lo que pasa en el cerebro de un bebé, en el fondo no lo creen. Conservan ideas de hace mucho tiempo, de un niño pequeño muy disminuido, tremendamente dependiente, reactivo.

¿Por qué no damos pasos significativos? Los políticos se comprometen en sus discursos a ampliar la oferta de jardines. A eso habría que sumarle formación continua y de calidad para los educadores, apoyo en la planificación, una disminución de la cantidad de niños por educador. Ocurre que todo eso requiere de tiempo y no tiene rédito político inmediato. Suena más contundente decir “abrimos 300 jardines maternales” que “capacitamos, disminuimos la cantidad de niños por educador”. Pareciera que esto no vende, entonces se desecha. Sin desmerecer las fantásticas experiencias que hay en la región, estoy convencida de que podríamos estar brindando una educación inicial mucho mejor de la que estamos dando.

Ansío que encontremos la forma de construir una auténtica pedagogía latinoamericana para la educación inicial.

Lee este artículo en la edición N°19 de Aptus Propuestas Educativas: www.aptus.com.ar/revista/

 

Fuente: SITEAL (Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina).
Imagen: sxc.hu

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