Muchas veces oímos decir: ¿Qué le pasó a ese alumno que fue mejor promedio en el secundario, medalla de oro en la facultad y luego, en el momento de revalidar títulos en la vida, no obtuvo resultados acordes?
Podemos preguntarnos ¿qué factores entraron en juego para que un joven con alto coeficiente intelectual tenga este tipo de dificultades, y tal vez otro que no posee esa misma capacidad tiene éxito en lo que se propone, es decir, logra sus objetivos?
Dejando de lado otras cuestiones como pueden ser las meramente ambientales, la diferencia entre uno y otro podemos encontrarla en lo que se denomina Inteligencia Emocional.
Los orígenes del concepto
En 1990, dos psicólogos norteamericanos, el Dr. Peter Salovey y el Dr. John Mayer, acuñaron el término ‘inteligencia emocional’, cuya fama futura era difícil de imaginar por ese entonces.
Hoy, a más de 20 años de dicha ‘presentación en sociedad’, pocas personas de los ambientes culturales, académicos o empresariales ignoran el término o su significado. Y esto se debe, fundamentalmente, al trabajo de Daniel Goleman, investigador y periodista del New York Times, quien llevó el tema al centro de la atención en todo el mundo, a través de su obra ‘La Inteligencia Emocional’, escrita en 1995.
Este psicólogo y periodista norteamericano produjo una verdadera “revolución conceptual” al considerar, en todos nuestros comportamientos, actitudes y aptitudes, a las emociones. Ellas juegan un papel preponderante en nuestra vida, en nuestras relaciones interpersonales.
Las teorías tradicionales sobre la inteligencia postulan que una persona es inteligente si tiene un determinado coeficiente intelectual, es decir se le asigna un puntaje variable a la inteligencia en base a baremos determinados y científicamente establecidos. Si bien esta información es sumamente valiosa, no basta para indagar la inteligencia global de una persona, por ende, el concepto de inteligencia emocional no se contrapone al tradicional, sino que lo completa.
El término Inteligencia Emocional se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. Inteligencia emocional no es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas.
La inteligencia emocional entonces,es la capacidad que todos los seres humanos tenemos para:
1. Motivarnos a nosotros mismos.
2. Ser perseverantes.
3. Regular los estados de ánimo, tanto los negativos como positivos.
4. Dejar de lado sentimientos y sensaciones que bloquean nuestras capacidades, nuestra creatividad, como son: la angustia, la ansiedad y la depresión.
5. Tolerar las presiones y frustraciones provenientes de nuestro entorno laboral.
6. Acentuar la capacidad de trabajar en equipo.
7. Ser empáticos, esto es: comprender el accionar de los demás desde una actitud de “ponerse en el lugar del otro”.
Otro autor que ha buscado nuevas perspectivas sobre la “Inteligencia” es Howard Gardner. El propone que el ser humano cuenta con varios tipos de inteligencia diferentes a las cuales recurre. Asimismo, las personas se distinguen por su “perfil de inteligencias” específico, que se caracteriza por la combinación peculiar de tales inteligencias.
De estas inteligencias múltiples, podemos considerar sumamente relacionadas con el concepto de “Inteligencia Emocional”, a las denominadas por Gardner como “Inteligencia intrapersonal e interpersonal”.
INTELIGENCIA INTRAPERSONAL: habilidades internas, de autoconocimiento
INTELIGENCIA INTERPERSONAL: habilidades externas, de relación
Al primer grupo pertenecen tres habilidades:
– La autoconciencia (capacidad de saber qué está pasando en nuestro cuerpo y qué estamos sintiendo)
– El control emocional (regular la manifestación de una emoción y/o modificar un estado anímico y su exteriorización).
– La capacidad de motivarse y motivar a los demás.
Al segundo grupo pertenecen dos habilidades:
– La empatía (entender qué están sintiendo otras personas, ver cuestiones y situaciones desde su perspectiva), y
– Las habilidades sociales (habilidades que rodean la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal, y que pueden ser usadas para persuadir y dirigir, negociar y resolver disputas, para la cooperación y el trabajo en equipo).
¿Y cuál es la importancia de esta concepción de la inteligencia en el ámbito educativo?
Es fundamental para poder formar y evaluar a nuestros niños integralmente, considerando no sólo los aspectos netamente académicos, sino también su desarrollo y progreso en las habilidades sociales. Estas se pondrán en juego en todo ámbito de la vida y serán requisito indispensable para sortear dificultades y lograr las metas propuestas.
Asimismo, el proceso evaluativo, bien entendido, justamente como proceso y no como un resultado final, empieza desde el primer día de clases, y no se desprende – o no debería hacerlo- de unas cuantas pruebas más una lección oral…Evaluar a un niño, requiere un trabajo mucho más amplio y atento por parte de docentes y educadores, implica una mirada diaria, reconociendo los avances, los tiempos, ritmos personales y los logros, por más pequeños que estos sean. También forman parte de este proceso evaluador, los encuentros periódicos con la familia, las intervenciones oportunas de otros profesionales de la institución escolar que pueden aportar su experiencia y conocimientos para lograr este necesario cruce de perspectivas sobre este niño, su entorno y su rendimiento académico y social.
Por Stella Maris Andretich. Licenciada En Psicopedagogía. Mat.105
Lee el artículo completo en la edición N° 14 de Aptus Propuestas Educativas.
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