Aunque las cifras de siniestralidad vial siguen siendo alarmantes —con miles de víctimas cada año—, hay un elemento que puede marcar la diferencia de forma contundente: la educación. No se trata solo de aprender señales de tránsito o reglas de circulación, sino de formar ciudadanos conscientes, empáticos y respetuosos de la vida propia y ajena.
La escuela como semáforo que guía
Desde los primeros años, la escuela puede (y debe) convertirse en un espacio donde se construya una cultura vial basada en valores. Enseñar seguridad vial no significa bajar un manual de tránsito: es trabajar sobre el respeto, la atención, la paciencia, la responsabilidad y, sobre todo, la prevención.
En este sentido, la Educación Vial debe integrarse de manera transversal en las distintas áreas del conocimiento. Un proyecto de Ciencias Naturales puede abordar el impacto físico de los siniestros; en Lengua, los estudiantes pueden redactar campañas de concientización; en Matemática, analizar estadísticas viales; en Educación Física, explorar cómo se mueve el cuerpo en el espacio. Cada materia ofrece un punto de entrada valioso.
Aprender desde la experiencia
Las iniciativas que involucran a la comunidad, como charlas con personal de tránsito, simulacros de circulación, caminatas escolares seguras o trabajos con las familias, fortalecen el aprendizaje. No alcanza con saber que “hay que usar el cinturón”: hay que entender por qué, y comprometerse con eso.
Además, cuando los niños y jóvenes se convierten en multiplicadores de mensajes viales en sus hogares, el círculo virtuoso se expande. La educación vial no se queda en las aulas: viaja en bici, cruza calles, toma colectivos y también maneja.
Un compromiso de todos
Hablar de seguridad vial desde lo educativo es recordar que cada decisión al volante, cada cruce peatonal, cada señal ignorada, puede cambiar una vida en segundos. Y que la única forma real de prevenir es desde la conciencia colectiva, la formación continua y el ejemplo cotidiano.
En este Día de la Seguridad Vial, invitamos a docentes, familias, estudiantes y autoridades a preguntarse: ¿qué estamos enseñando cuando hablamos de tránsito? Porque no se trata solo de moverse: se trata de vivir y dejar vivir.