Sí, leíste bien. Lo que comemos (o dejamos de comer) influye directamente en cómo funciona nuestro cerebro. Y en un país como Argentina, donde la alimentación infantil enfrenta desafíos que van desde la malnutrición por déficit hasta el exceso de alimentos ultraprocesados, esta relación se vuelve crucial.
🧠 Alimentar el cuerpo, despertar la mente
El cerebro representa solo el 2% del peso corporal, pero consume cerca del 20% de la energía total. ¿Qué significa esto? Que necesita un flujo constante de nutrientes para funcionar bien. Vitaminas como la B12, el hierro, el zinc, los ácidos grasos Omega 3 y los hidratos de carbono complejos son esenciales para la memoria, la atención y el desarrollo cognitivo.
Estudios recientes del CONICET y universidades nacionales han mostrado una correlación directa entre la alimentación equilibrada y el rendimiento académico en chicos y adolescentes. Por ejemplo, estudiantes que desayunan de forma adecuada —con frutas, cereales integrales y lácteos— presentan mayor capacidad de concentración y menos ausentismo escolar.
🍟 La trampa del «comer mucho» vs. «comer bien»
En Argentina, uno de los grandes desafíos actuales no es solo la falta de alimentos, sino también la calidad de los que se consumen. Según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2), el 41% de niños y niñas entre 5 y 17 años tienen sobrepeso u obesidad, en muchos casos debido al consumo excesivo de ultraprocesados y bebidas azucaradas.
Este tipo de alimentación genera lo que algunos especialistas llaman “malnutrición silenciosa”: chicos que, pese a tener acceso a la comida, no reciben los nutrientes necesarios para un desarrollo físico y cognitivo saludable. El resultado es una generación que puede tener más dificultades para sostener la atención, resolver problemas o gestionar emociones en el ámbito escolar.
📚 ¿Y la escuela qué puede hacer?
Mucho. De hecho, ya lo está haciendo. Programas como el de Alimentación Escolar en diversas provincias, huertas escolares o iniciativas de desayuno y merienda saludable están marcando la diferencia. Pero aún queda un largo camino por recorrer.
Educar sobre nutrición desde edades tempranas, involucrar a las familias, revisar los kioscos escolares y garantizar el acceso a alimentos frescos y variados son pasos clave. Y, sobre todo, entender que nutrir no es solo llenar el estómago, sino alimentar la posibilidad de aprender, soñar y crecer.
🌱 Una apuesta a largo plazo
Invertir en nutrición es apostar al futuro. No es exagerado decir que una manzana puede valer más que una app educativa si lo que está en juego es el desarrollo pleno de una mente en formación.
En un país donde la educación es una bandera y la infancia, un compromiso social, repensar la alimentación es urgente. Porque cada bocado cuenta. Y mucho más si queremos que nuestros chicos y chicas aprendan con el cuerpo, la cabeza y el corazón bien nutridos.